¿A qué retos nos enfrentamos como sociedad hiperconectada?
|Hasta principios del siglo pasado, hablar en Europa sobre el Templo de Angkor (Camboya) o los pueblos inuit en Alaska (Estados Unidos) eran temas de conversación tan atípicos como si se tratasen de planetas de otras galaxias.
¿A qué nos referimos con sociedad hiperconectada?
A medida que fue avanzando la tecnología en las comunicaciones (radio, televisión, etc.), el mundo se fue “reduciendo” a medida que se iban conociendo lo que había más allá de nuestras fronteras.
Con la aparición de Internet y a finales del siglo XX, el acceso a las comunicaciones se democratizaron hasta llegar al alcance de todo el mundo. Antes, la información era vertical y unidireccional, pero ahora las comunicaciones en la Red son totalmente horizontales y al alcance de todos.
Ahora es posible encontrar tanta información sobre el Templo de Angkor como la Sagrada Familia de Barcelona.
No obstante, estamos ante un fenómeno que había sido advertido por teóricos de la comunicación y que lejos de acercar a la humanidad, amenaza con destruir a la propia sociedad: estamos hablando de la hiperconectividad.
La hiperconectividad amenaza la sociedad
Se define como hiperconectividad la conexión permanente a las fuentes de información las 24 horas del día a través de las tecnologías de comunicación, especialmente Internet, pero también se incluyen la televisión, la radio, teléfonos móviles, entre otras.
Si bien es cierto que el acceso libre a la información es positiva, ya que nos liberamos de la monopolización de la información bajo la influencia de pequeños grupos de poder político, económico y social, el abuso en la conectividad da paso a otros problemas igual de graves, como el acoso, la usurpación de la privacidad, campañas anónimas en perjuicio de ciertas personas, empresas o intereses, entre otras.
Según Hootsuite, España es uno de los países más hiperconectados del mundo. Alrededor del 85% de la población española se conecta a Internet diariamente, con un promedio de 5,5 horas al día. ¿Esto es positivo?
Los teóricos Roger Silverstone y Dana Hirsch explican en su libro “Efectos de la Nueva Comunicación” cuáles son las consecuencias inmediatas que trae la hiperconectividad:
Esto quiere decir que la hiperconectividad no nos está acercando entre los seres humanos sino que nos está haciendo esclavos de la propia tecnología. Obviamente, la tecnología en sí misma no es perjudicial sino el uso incorrecto (y abuso) que hacemos de ellas para convertirnos, literalmente, en sus esclavos.
Lejos de fomentar la unión familiar y la confraternidad humana, la hiperconectividad ha generado nuevos nichos sociales aislados entre sí, los cuales se unen en torno a ciertas corrientes de pensamiento preconcebidas y que tienen como objetivo fundamental desacreditar a quienes piensen diferente.
Por eso encontramos en Internet cuánta cantidad imaginable de grupos relacionados casi con cualquier asunto, desde grupos feministas radicales hasta grupos conservadores “pro-vida”, desde movimientos de extrema derecha hasta grupos radicales de ultraizquierda.
Inicialmente, la inclusión de estos grupos ideológicos en la web y redes sociales ha sido vista como positiva, el abuso de la tecnología de la comunicación ha dado pie a radicalismos, divisiones y núcleos sociales.
La hiperconectividad destruye las relaciones reales
La hiperconectividad ha saltado a niveles que solamente los teóricos de la comunicación habían advertido: las relaciones interfamiliares e intrafamiliares son reemplazadas por la sumisión personal ante la tecnología.
Hoy en día esto lo vemos en las nuevas generaciones “millennials” y “centennials”, quienes mayormente prefieren conectarse en redes sociales y demás canales de Internet que sostener una agradable conversación en una cena familiar.
Una sociedad hiperconectada está llegando a niveles de dependencia tecnológica tan elevados, que incluso hasta ha sido parodiada.
En el capítulo “Sobreconectados” del cómic South Park se aprecia cómo los personajes llegan a niveles de paranoia cuando se quedan sin Internet y a pesar de que se mantienen vigentes otros medios de comunicación como la televisión, los personajes se entregan al delirio ante la caída de la Red, hasta el punto de preferir relaciones amorosas virtuales que reales y priorizar el Internet para asuntos mundanos, como la pornografía.
Otra de las consecuencias de la hiperconectividad es que renunciamos a relaciones interpersonales reales por la conexión a la información a través de nuevas tecnologías. Hoy en día, muchos prefieren conectarse a Internet para ver videos y conversar con amigos virtuales que reforzar las relaciones familiares y sociales.
Silverstone explica cómo en muchas familias hay hasta un televisor (incluso un ordenador) por cada habitación, a diferencia de tiempos anteriores cuando solamente había un televisor en cada familia.
Mientras que antes, los miembros de la familia tenían que negociar entre sí sobre lo que hay que ver en televisión, además de fomentar el sano debate intrafamiliar, ahora cada miembro de la familia observa lo que quiera por separado en su propio televisor (u ordenador), siendo esta otra de las tantas consecuencias de la hiperconectividad.
Además, la hiperconectividad genera otros retos relacionados con la seguridad de la información compartida.
Tantas personas conectadas a Internet, compartiendo sus datos personales y detrás de ellas gran cantidad de hackers tratando de pescar la información para beneficio personal (como las cuentas bancarias) suponen un gran riesgo a la propia economía.
Retos de la hiperconectividad
Ante estos problemas generados por la hiperconectividad, es necesario “desconectarnos” ante tanto flujo de comunicación. No se trata de rechazar el Internet ni de culpar las tecnologías comunicacionales sino de darles el uso apropiado.
Es tiempo de humanizar conectividad a Internet, de eliminar el prefijo “hiper” por una conexión saludable a las fuentes de comunicación, priorizar la información, asegurarse de su validez y darle un uso correcto que fomente el acercamiento entre las personas.
El mundo necesita asumir su cuota de responsabilidad y darle el puesto que merece la información que se encuentra en la Red y medios de comunicación tradicionales.